martes, 16 de abril de 2013

Capítulo 2: Un nuevo amanecer


Los días siguientes de conocer a Semine, vino a donde estaba a hablar conmigo, sobre cualquier cosa, aunque parecía más un monólogo. Venía siempre al mismo lugar y a la misma hora, me recordaba al principito domesticando al zorro. Poco a poco comencé a confiar en ella y la tensión entre nosotras fue desapareciendo, pero yo aún no tenía ganas de hablar. En ese tiempo ella me presentó dos amigas suyas: Anneka[1] y Britta[2]
Pasado más o menos un mes me trasladaron a la habitación de Semine, donde fuimos entendiéndonos mejor y fui recuperándome lentamente. Me reincorporé a clases y los supervisores que antes parecían tan preocupados por mí se relajaron.
En un esfuerzo por alejar de mi cabeza los pensamientos que me atormentaban, empecé a explorar el que sería mi nuevo hogar, quizás por los próximos cinco años. Busqué un lugar donde pudiera respirar sin sentirme culpable, un lugar donde cada latido no me desgarrara el pecho, algún lugar que me hiciera olvidar por un momento que estaba viviendo injustamente, algo que me diera una respuesta. Fue entonces cuando subí por primera vez a la azotea, a simple vista no tenía nada de especial, era un suelo de hormigón rodeado por un valla metálica, pero la brisa soplaba suavemente y se escuchaban las hojas de los árboles sacudiéndose. El aire frío calmaba un poco mi interior y podía pensar más claramente.
Tomé aire y me asomé a un lado de la azotea, se veía el patio, me moví hacia otro lado de la azotea, y observé la calle, tenía árboles a los lados y pasaban algunos coches de vez en cuando. Me quedé allí un rato más observando los árboles mientras se mecían. Ese lugar tenía algo que me ayudaba a relajarme, tal vez fuera por el aire
—Los lugares altos nos ayudan a pensar…¿Pero tú no has venido a pensar, cierto?­—di un brinco del susto, la persona a mi lado rió—lo siento, no quería asustarte— había una mujer a mi izquierda, ni siquiera la había escuchado llegar
—¿Nos?
—Dicen que por nuestra naturaleza preferimos los lugares altos, tal vez para estar más cerca del cielo—rió— aunque no se puede estar más cerca del cielo, realmente ya lo estás tocando, porque el cielo no empieza o termina, sólo es aire—levantó la vista—Es increíble lo aguafiestas que es la ciencia ¿no crees?—la miré sin comprender, ella me devolvió la mirada muy seria—Lo que quieres es una respuesta
—¿A qué exactamente?— me miró sonriendo tiernamente
—Al propósito de tu vida “¿qué demonios hago viviendo?”, ¿no es cierto? — estaba confundida, ¿cómo podía saber lo que pensaba?—soy María, la directora— al parecer aquí las presentaciones las dejaban para el final, cuando ya estabas tan confundido que no sabías ni cual era tu nombre, tal vez las reglas de cortesía sí habían cambiado… No, espera, ¿qué? Semine dijo que era una broma, además no tendría sentido…
María se dio la vuelta y caminó hacia la salida
—¡Espera! ¿cómo…?—me interrumpió mientras sonreía de nuevo
—Todas las respuestas que buscas están en tu interior, escucha lo que la vida quiere decirte
—¿Eh? pero…— me interrumpió de nuevo mientras ponía cara de sorpresa al mirar su reloj
—¡Vaya! Lo siento, se ha acabado el horario de oficina, pero puedes venir mañana a mi despacho
—¿Qué? ¡Eso no tiene nada que ver! Además—volvió a interrumpirme
—Lo siento, debo irme, sólo vine a conocerte—no me molesté en volver a hablar y María salió de la azotea
Pegué un bufido, al parecer aquí todos tenían un  tornillo suelto, me prometí a mí misma no esperar una respuesta a mis preguntas por parte de ellos. Suspiré y bajé a mi habitación, estaba cansada.
Allí estaba Semine, que me recibió igual de alegre que siempre, al parecer estaba leyendo un libro, sí, una ciega leyendo un libro.
—¿Por qué ese mal humor?—cerré la puerta
—¿Qué mal humor?— apartó la mano del libro y lo dejó sobre la mesita
—Ese mal humor—¿pero qué…? ¡era una ciega!, ¡no podía verme la cara! respiré hondo—es tan malo que lo siento hasta aquí, vamos, cuéntame qué te pasa, pensé que solo estabas dando un paseo
—Eh… ven, mejor vamos a buscar ese tornillo tuyo, a lo mejor encontramos también los de los demás—rió y bajó de la litera
—Si intentas razonar tanto con la cabeza no podrás entender muchas cosas, deber sentir tu entorno
—Claro, bueno, supongo que todos sois iguales—ella sonrió como si hubiera hecho el descubrimiento del siglo
—¡Has conocido a María!
—Ah, sí, ¿de verdad es la directora?, es algo…
—Sí, es un poco especial…—se sobresaltó—¡Pero en buen sentido!, en realidad hace muy bien su trabajo
—Si tu lo dices… Mañana tengo que ir a verla de todos modos—pareció emocionarse de repente
—¿De verdad? ¡Eso es muy bueno! ¡Por fin va a decírtelo!
—Es un infierno, espera, ¿decirme qué?
—¿Eh? Nada…—suspiré, suficientes incoherencias por hoy
—Bueno yo me voy a dormir—rió
—Buenas noches…


[1] Equivalente en danés de Ana
[2] Nombre danés que significa “fuerte, resistente”

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