Los días siguientes de conocer a Semine, vino a donde estaba a
hablar conmigo, sobre cualquier cosa, aunque parecía más un monólogo. Venía
siempre al mismo lugar y a la misma hora, me recordaba al principito
domesticando al zorro. Poco a poco comencé a confiar en ella y la tensión entre
nosotras fue desapareciendo, pero yo aún no tenía ganas de hablar. En ese
tiempo ella me presentó dos amigas suyas: Anneka[1] y
Britta[2]
Pasado más o menos un mes me trasladaron a la habitación de
Semine, donde fuimos entendiéndonos mejor y fui recuperándome lentamente. Me
reincorporé a clases y los supervisores que antes parecían tan preocupados por
mí se relajaron.
En un esfuerzo por alejar de mi cabeza los pensamientos que me
atormentaban, empecé a explorar el que sería mi nuevo hogar, quizás por los
próximos cinco años. Busqué un lugar donde pudiera respirar sin sentirme
culpable, un lugar donde cada latido no me desgarrara el pecho, algún lugar que
me hiciera olvidar por un momento que estaba viviendo injustamente, algo que me
diera una respuesta. Fue entonces cuando subí por primera vez a la azotea, a
simple vista no tenía nada de especial, era un suelo de hormigón rodeado por un
valla metálica, pero la brisa soplaba suavemente y se escuchaban las hojas de
los árboles sacudiéndose. El aire frío calmaba un poco mi interior y podía
pensar más claramente.
Tomé aire y me asomé a un lado de la azotea, se veía el patio,
me moví hacia otro lado de la azotea, y observé la calle, tenía árboles a los
lados y pasaban algunos coches de vez en cuando. Me quedé allí un rato más
observando los árboles mientras se mecían. Ese lugar tenía algo que me ayudaba
a relajarme, tal vez fuera por el aire
—Los lugares altos nos ayudan a pensar…¿Pero tú no has venido a
pensar, cierto?—di un brinco del susto, la persona a mi lado rió—lo siento, no
quería asustarte— había una mujer a mi izquierda, ni siquiera la había
escuchado llegar
—¿Nos?
—Dicen que por nuestra naturaleza preferimos los lugares altos,
tal vez para estar más cerca del cielo—rió— aunque no se puede estar más cerca
del cielo, realmente ya lo estás tocando, porque el cielo no empieza o termina,
sólo es aire—levantó la vista—Es increíble lo aguafiestas que es la ciencia ¿no
crees?—la miré sin comprender, ella me devolvió la mirada muy seria—Lo que
quieres es una respuesta
—¿A qué exactamente?— me miró sonriendo tiernamente
—Al propósito de tu vida “¿qué demonios hago viviendo?”, ¿no es
cierto? — estaba confundida, ¿cómo podía saber lo que pensaba?—soy María, la
directora— al parecer aquí las presentaciones las dejaban para el final, cuando
ya estabas tan confundido que no sabías ni cual era tu nombre, tal vez las
reglas de cortesía sí habían cambiado… No, espera, ¿qué? Semine dijo que era
una broma, además no tendría sentido…
María se dio la vuelta y caminó hacia la salida
—¡Espera! ¿cómo…?—me interrumpió mientras sonreía de nuevo
—Todas las respuestas que buscas están en tu interior, escucha
lo que la vida quiere decirte
—¿Eh? pero…— me interrumpió de nuevo mientras ponía cara de
sorpresa al mirar su reloj
—¡Vaya! Lo siento, se ha acabado el horario de oficina, pero
puedes venir mañana a mi despacho
—¿Qué? ¡Eso no tiene nada que ver! Además—volvió a interrumpirme
—Lo siento, debo irme, sólo vine a conocerte—no me molesté en
volver a hablar y María salió de la azotea
Pegué un bufido, al parecer aquí todos tenían un tornillo suelto, me prometí a mí misma no
esperar una respuesta a mis preguntas por parte de ellos. Suspiré y bajé a mi
habitación, estaba cansada.
Allí estaba Semine, que me recibió igual de alegre que siempre,
al parecer estaba leyendo un libro, sí, una ciega leyendo un libro.
—¿Por qué ese mal humor?—cerré la puerta
—¿Qué mal humor?— apartó la mano del libro y lo dejó sobre la
mesita
—Ese mal humor—¿pero qué…? ¡era una ciega!, ¡no podía verme la
cara! respiré hondo—es tan malo que lo siento hasta aquí, vamos, cuéntame qué
te pasa, pensé que solo estabas dando un paseo
—Eh… ven, mejor vamos a buscar ese tornillo tuyo, a lo mejor
encontramos también los de los demás—rió y bajó de la litera
—Si intentas razonar tanto con la cabeza no podrás entender
muchas cosas, deber sentir tu entorno
—Claro, bueno, supongo que todos sois iguales—ella sonrió como
si hubiera hecho el descubrimiento del siglo
—¡Has conocido a María!
—Ah, sí, ¿de verdad es la directora?, es algo…
—Sí, es un poco especial…—se sobresaltó—¡Pero en buen sentido!,
en realidad hace muy bien su trabajo
—Si tu lo dices… Mañana tengo que ir a verla de todos
modos—pareció emocionarse de repente
—¿De verdad? ¡Eso es muy bueno! ¡Por fin va a decírtelo!
—Es un infierno, espera, ¿decirme qué?
—¿Eh? Nada…—suspiré, suficientes incoherencias por hoy
—Bueno yo me voy a dormir—rió
—Buenas noches…
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