martes, 16 de abril de 2013

Capítulo 3: Imposible verdad


Me levanté con el mismo ánimo de todas las mañanas, con una imagen extraña en la cabeza que se iría de nuevo al cabo de unos minutos. Escuchaba la voz de Semine intentando despertarme, respiré hondo y me senté mientras me frotaba los ojos, todas las mañanas ocurría exactamente lo mismo.
Caminaba hacia el tubo donde estaba colgada nuestra ropa y maldecía una y otra vez a mi corazón por seguir latiendo. Me vestía y salíamos con la mochila a la espalda, íbamos a los baños y esperábamos entre la multitud para poder hacer nuestro aseo personal e íbamos al comedor para desayunar. Una vez allí cogíamos una bandeja y nos poníamos en la cola a esperar que nos sirvieran el desayuno. Cada día igual, con el mismo pensamiento todo el tiempo. Suspiré
—¿Qué ocurre? Normalmente te esfuerzas más por aparentar que estás bien, pero hoy no has dicho una sola palabra—miré a Semine, había olvidado lo receptiva que era mi compañera
—No me pasa nada, sólo tengo sueño—me devolvió la mirada a través de ese flequillo que cubría casi por completo sus ojos
—Si acumulas aquello que te preocupa dentro de ti terminarás colapsando. No digo que me lo cuentes, o que se lo cuentes a otro, hay muchas formar de descargar los sentimientos—suspiré de nuevo
—Mi madre decía lo mismo…
Bajo ese aspecto adorable que la hacía ver frágil, Semine escondía un gran conocimiento y tenía una presencia que irradiaba tranquilidad. Era un poco más pequeña que yo, tenía el pelo largo cubriéndole la espalda, totalmente liso y tan negro que la luz le arrancaba destellos azules; sus rasgos eran suaves, como los de una muñeca y siempre tenía una mirada serena.
Por fin tuvimos nuestro desayuno y llevamos nuestras bandejas a la mesa donde vimos a Anneka y a Britta. Nos sentamos junto a ellas y empezó aquella extraña dinámica de conversación donde se necesitaba un intermediario entre Semine y Britta, ya que era muda. Britta normalmente hablaba con lenguaje de signos, pero obviamente Semine no podía verlo, así que Anneka tenía que hacer de intermediaria entre ellas. Todos los días me sentaba junto a ellas ajena a su conversación mientras las observaba, la escena resultaba graciosa, cualquiera diría que una relación con tantos obstáculos no podría llegar a mucho, pero aquí la lógica no tenía ningún valor, ya que todo lo que creías se convertía en algo sin sentido.
Anneka era un año mayor que nosotros, pero estaba en nuestra clase. Tenía el pelo castaño claro y corto ligeramente ondulado en las puntas, sus ojos eran color miel y era un tanto hiperactiva. Britta era tranquila pero alegre, su pelo era ondulado y rubio hasta la cintura y tenía unos grandes ojos azules.
La hora de desayuno terminó y nos fuimos al salón de clases. No me entusiasmaba mucho estar seis horas sentada escuchando lo que dicen son conocimientos útiles para el futuro rodeada de todas esas personas extrañas. A excepción de Semine, todos los demás seguían poniéndome nerviosa. Escuché que una voz se dirigía a mí
—¿Podrías seguir leyendo el texto?—miré el libro intentando encontrar la línea, pero la verdad es que no sabía ni de qué estaban hablando. Semine me señaló una palabra en el texto, desde la que empecé a leer—Gracias
De nuevo me aislé de lo que pasaba a mi alrededor y me sumergí en mis pensamientos, Semine a mi lado me toco el hombro
—Estas más distraída de lo normal, cualquiera puede darse cuenta—la miré sin comprender por qué decía eso ahora—Al menos has como si te importase esto—suspiré, tenía razón, pero no tenía fuerzas para fingir.
Las clases pasaron lentamente, mientras sentía las miradas furtivas de Semine, que parecía preocupada por mí. Por fin la campana de la última hora sonó y me sentí aliviada, hasta que recordé que tenía que ir a ver a la directora, dí un bufido. Bajamos al comedor con Britta y Anneka y nos pusimos en la cola con nuestras bandejas, Anneka se dirigió a mí.
—Oye, ¿te pasa algo? Estas rara…—suspiré no tenía ganas de hablar, le dediqué una sonrisa mal fingida y volví a mis pensamientos ¡¿que si me pasa algo?! Vaya pregunta…
—Es mejor no molestarla mucho ahora—escuché la voz de Semine dirigiéndose a Anneka.
Me adelanté en la fila ajena a su conversación y me llevé la comida a la azotea, no soportaba un minuto más dentro. Me desplomé en el suelo, dejé la comida a un lado y me encogí sobre mí misma. Comencé a sentir pequeñas contracciones en mi estómago y un nudo en la garganta, quería llorar, cerré los ojos e intenté respirar hondo para calmarme, pero el dolor que sentía en el pecho era muy grande. Casi un año…
En ese momento apareció Semine por la puerta y se sentó a mi lado, hablando tan calmadamente como siempre
—¿Qué pasa? ¿Vas a dejar de comer otra vez? Vamos, come algo, sabes que no te hará bien ni a ti ni a nadie…—yo me encogí aún más, no quería, escuchar, ver o decir nada, solo quería dejar de escuchar un corazón latiendo dentro de mi pecho, quería que desapareciera, que la pesadilla terminara. Semine me puso una mano sobre la cabeza y apoyó la suya sobre mi hombro—¿Sabes qué? Si quieres llorar llora, si quieres reír ríe, si quieres enfadarte enfádate. Las emociones son gratis después de todo, pero si las contienes terminan consumiéndote desde adentro y antes de darte cuenta te has vuelto en una persona triste y solitaria, porque la tristeza es un estupefaciente, no te das cuenta de lo que pasa a tu alrededor, y los que te rodean comienzan a alejarse lentamente—había algo en la presencia de Semine que hacía que el aire pareciera más ligero, respiré hondo una vez más e intenté calmarme.
Levanté un poco la cabeza y Semine hizo lo mismo mientras quitaba su mano de la mía, se levantó del suelo y me tendió una mano mientras sonreía.
—Vamos, creo recordar que tienes una cita ahora—suspiré al recordarlo, no tenía ganas de ir a hablar con una loca—Iré contigo si te consuela un poco
—Gracias…
Bajamos las escaleras hasta llegar al despacho de María, había una pequeña sala de espera con dos bancos del ancho de la pared de cada lado, en la derecha había un gran ventanal y en la izquierda la pared tenía algunas fotos colgadas. Entramos y Semine dio golpes en la puerta
—¿Se puede?—una voz se escuchó desde dentro
—Claro, pasa—Semine me indicó con la mano que entrara, empujé la puerta y entré al despacho de María—Hola, ¿Qué tal estás hoy?
—Bien… gracias—no sabía muy bien qué decir, ni siquiera sabía por qué estaba allí
—Ven, siéntate—hice lo que me decía mientras ella rellenaba algunos papeles. Retiró las gafas de su nariz y me miró sonriendo dejando a un lado los papeles.—¿Por qué me miras así, no querías preguntar algo?
—N-n-no… me dijo que viniera a verla y vine—estaba nerviosa por alguna razón, y algo impaciente
—Veo que tu humor ha mejorado un poco, pero sigues buscando respuesta a esa pregunta
—¿Qué pregunta?
—¿Para qué sirvo?—la miré por un momento sin creer lo que oía, la primera vez que la vi había dicho lo mismo, como si ella pudiera saber la respuesta a una pregunta así—Te dije que vinieras porque tal vez pueda responder a esa pregunta—seguí con la vista fija en ella intentando pensar lo que me decía, pero era imposible que ella supiera algo como eso
—Nadie puede hacer tal cosa…
—Bueno, admito que hay que tener mucha fe para creerlo—me sonrió y me miró fijamente— ¿te queda algo de eso?—no fui capaz de responder a esa pregunta
—¿Qué más da?
—¿Quieres saber algo interesante? El ser humano no puede vivir sin un mínimo de fe en algo, porque no creer en algo le frustra y le lleva a rendirse
—¿Con rendirse se refiere a…?
—Morir, sí—me eché un poco para atrás en la silla al oír la frialdad con que había dicho esas palabras—lo siento, no quise ser tan ruda. Siguiendo con el tema anterior, seré directa con esto, eres un ángel—me quedé callada por un momento intentando pensar en qué sentido había dicho eso último
—Eh… ¿A qué se refiere con eso?—ignoró mi pregunta y siguió hablando con la mirada perdida en algún lugar
—Desde que sabemos, la humanidad ha creído en criaturas mágicas que los ayudan a superar ciertas situaciones—me miró de nuevo—claro que seguramente sean producto de un sueño o algo parecido, el hecho es que los han ayudado. A eso es a lo que llamo ángeles, básicamente
—Pero que yo sepa no soy ningún espíritu
—Los niños que viven aquí ahora han pasado como tú por una situación difícil y buscaron una razón para seguir adelante. Verás, ellos tienen ciertas habilidades que los hacen especiales, puedes verlo en su mirada, todos ellos son ángeles. Según la tradición, un ángel vive dentro de ellos y tienen una persona en algún lugar a la que deben ayudar—no pude decir una palabra. María me miró sonriendo calmadamente—¿te resulta familiar esta historia?
—Mi abuela me contaba cosas parecidas…
—Sí, las historias de tu familia son fascinantes—se me cortó la respiración al escuchar sus palabras
—¿Conoce a mi familia?
—Tu abuela viajó mucho y conoció a mucha gente, tuve el privilegio de conocerla en uno de sus viajes. El ángel que está contigo ahora ha estado muchísimo tiempo en tu familia
—¿Qué le hace pensar que está conmigo?
—Has visto y sentido ciertas cosas a lo largo de tu vida ¿no es cierto?
—¿Cómo…?
—Puedo verlo en tu mirada percibes el mundo de una forma algo diferente ¿no es cierto? Sientes cosas que las personas normalmente ignoran y tu forma de pensar es totalmente diferente—desvié la mirada intentando pensar en todo aquello
—Puede que sea cierto, pero eso no prueba nada, simplemente soy algo diferente—sonrió
—No hace falta que lo pienses ahora, es normal que no lo creas ahora, es posible que no lo creas nunca, depende de ti si el ángel es un espíritu o sólo una metáfora—volvió a hablar con un tono despreocupado— deberías irte ya, supongo que tienes cosas que hacer. Ven a verme siempre que quieras.
—Gracias—no sabía realmente qué decir después de una charla tan extraña, pero sentía que ella no necesitaba palabras. Sin más me levanté y me dirigí a la salida y abrí la puerta.
Semine seguía afuera, se había quedado dormida con la cabeza apoyada en la pared. Sentí algo de envidia por poder dormir tan pacíficamente. Le sacudí un poco el hombro y ella abrió los ojos lentamente.
—¿Ya te lo ha dicho?— me miró aún medio dormida y frotándose un ojo. La miré enarcando una ceja
—¿Era eso lo que te emocionaba tanto que me dijera?— me sonrió entusiasmada
—Sí, ¿no es fantástico?
—Sí, de hecho es demasiado fantástico—se puso algo más seria y habló extrañada
—¿No te lo crees?—¿acaso era posible creer eso de verdad?
—Es bastante difícil de creer…—soltó una pequeña risa
—Eso no te lo niego… —salimos al pasillo y ella se despidió—Tengo algo que hacer, nos vemos en la habitación más tarde.
Me quedé parada un rato en el lugar viendo como desaparecía su cabeza en las escaleras, pensando sobre demasiadas cosas a la vez. Decidí subir a la azotea y olvidarme del mundo por un rato.
Afuera soplaba una brisa fría, perfecto para hacer que mi cabeza dejara de funcionar, así pensaría más en el frío que otra cosa. Me senté en el suelo abrazándome las piernas y me recosté en la pared. Decidí ponerme la capucha cuando dejaba de sentir la cara y enterré las manos entre mis piernas y mi estómago para calentarlas. Cerré los ojos lentamente encogida en aquel rincón de la azotea y dejé la mente en blanco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario