martes, 16 de abril de 2013

Capítulo 1: Aceptación


Después de lo que ocurrió estuve casi dos meses viviendo ausente, hacía exactamente lo mismo día tras día. No recordaba siquiera como había llegado hasta ese lugar,  por qué todos estaban tan felices, o por qué me vigilaban de cerca. Supongo que es a eso a lo que llaman “estar en shock”.
Más tarde empecé a odiar aquel lugar, todo en él me daban náuseas, el hecho de que rieran con tanta felicidad era tan irritante que no podía siquiera mirarlos, y aun así, todos los días a la misma hora acudía al mismo lugar para ver a los niños jugando, sigo sin saber por qué lo hacía, pero había algo en aquellas risas y cantos infantiles que me hipnotizaba y me llenaba de buenos recuerdos, sin embargo aquello sólo era peor, porque hacía que me odiara más a mí misma.
Un día se acercó a mí una chica y se sentó a mi lado, pero no me miró, se quedó allí dirigiendo la mirada hacia los niños igual que yo, no le presté atención, no me interesaba hablar con nadie, sin embargo, ella no pareció darse cuenta de ello
—¿Cuánto tiempo piensas seguir torturándote así?—me giré hacia la chica
—¿Qué?—siguió sin mirarme
—¿Qué consigues haciendo esto día tras día?—seguí mirándola, pero no respondí aquella pregunta, estaba algo confundida, hacía mucho que no hablaba con nadie  pero sabía muy bien que esa forma de empezar una conversación no era normal
—¿Dónde quedó eso de las presentaciones y los saludos?—me miró extrañada
—¿No te enteraste? Las normas de cortesía oficiales fueron cambiadas, ahora no hace falta nada de eso, debemos ir al grano, ya que aburrir al oyente sería de mala educación—¿normas oficiales de corte…? Me está tomando el pelo…
—¿Eh?
—Bueno, supongo que como has estado ausente tanto tiempo no te habrás enterado…—una sonrisa empezó a cruzar su cara, me sacaba de quicio. Me levanté del suelo para irme—Esta bien, espera, no te vayas—la chica dio manotazos al aire hasta que logró cogerme el brazo, la miré sin saber qué pensar, sobre todo porque no había movido el brazo, por lo que podía cogerlo perfectamente. Le hablé irritada
—¿Qué tienes? ¿Acaso estás ciega?—me soltó el brazo, levantó la vista, retiró el flequillo que le cubría parte de los ojos y me sonrió mientras contestaba con sencillez
—Sí—dejé de resistirme y me giré hacia ella de nuevo, sus ojos eran de un color gris claro y no tenían pupila. Dejó caer el flequillo sobre sus ojos de nuevo y dio unas palmaditas en el suelo que había a su lado, me senté de nuevo junto a la chica y esta se giró hacia los niños otra vez, me sentía culpable por mi falta de delicadeza e incómoda con aquella situación, rió al darse cuenta de esto—no te sientas mal por ello, no hace falta ser delicado con eso, son cosas que pasan.—suspiró y habló en un tono más serio—Estamos en un orfanato, uno de los ejemplos más claros de la intolerancia que inculca la sociedad en las personas, si miras a tu alrededor, puedes darte cuenta.
Miré aquel espacio y  caí en lo que quería decirme, ella no era la única, pude ver a otros niños que también eran ciegos, otros que hablaban en lenguaje de signos, algunos con síndrome de Down…
La chica volvió a hablar fingiendo un tono de profesionalidad
—Muy bien, según la norma de cortesía antes citada de no aburrir al interlocutor, debo dejar de hablar de temas serios.—habló más alegremente— Soy Semine[1]  por cierto, encantada—por un momento me olvidé de mi rabia y dejé escapar una pequeña sonrisa al escuchar su broma, ella me hacía sentir bien de alguna manera, incluso me atrevería a decir que… me agradaba en cierto modo.

Y así, fue como empezó mi vida de nuevo, en algún lugar de Europa, lejos de mi antiguo hogar…





[1] Semine: nombre danés que significa “diosa del sol, la luna y las estrellas”

Capítulo 3: Imposible verdad


Me levanté con el mismo ánimo de todas las mañanas, con una imagen extraña en la cabeza que se iría de nuevo al cabo de unos minutos. Escuchaba la voz de Semine intentando despertarme, respiré hondo y me senté mientras me frotaba los ojos, todas las mañanas ocurría exactamente lo mismo.
Caminaba hacia el tubo donde estaba colgada nuestra ropa y maldecía una y otra vez a mi corazón por seguir latiendo. Me vestía y salíamos con la mochila a la espalda, íbamos a los baños y esperábamos entre la multitud para poder hacer nuestro aseo personal e íbamos al comedor para desayunar. Una vez allí cogíamos una bandeja y nos poníamos en la cola a esperar que nos sirvieran el desayuno. Cada día igual, con el mismo pensamiento todo el tiempo. Suspiré
—¿Qué ocurre? Normalmente te esfuerzas más por aparentar que estás bien, pero hoy no has dicho una sola palabra—miré a Semine, había olvidado lo receptiva que era mi compañera
—No me pasa nada, sólo tengo sueño—me devolvió la mirada a través de ese flequillo que cubría casi por completo sus ojos
—Si acumulas aquello que te preocupa dentro de ti terminarás colapsando. No digo que me lo cuentes, o que se lo cuentes a otro, hay muchas formar de descargar los sentimientos—suspiré de nuevo
—Mi madre decía lo mismo…
Bajo ese aspecto adorable que la hacía ver frágil, Semine escondía un gran conocimiento y tenía una presencia que irradiaba tranquilidad. Era un poco más pequeña que yo, tenía el pelo largo cubriéndole la espalda, totalmente liso y tan negro que la luz le arrancaba destellos azules; sus rasgos eran suaves, como los de una muñeca y siempre tenía una mirada serena.
Por fin tuvimos nuestro desayuno y llevamos nuestras bandejas a la mesa donde vimos a Anneka y a Britta. Nos sentamos junto a ellas y empezó aquella extraña dinámica de conversación donde se necesitaba un intermediario entre Semine y Britta, ya que era muda. Britta normalmente hablaba con lenguaje de signos, pero obviamente Semine no podía verlo, así que Anneka tenía que hacer de intermediaria entre ellas. Todos los días me sentaba junto a ellas ajena a su conversación mientras las observaba, la escena resultaba graciosa, cualquiera diría que una relación con tantos obstáculos no podría llegar a mucho, pero aquí la lógica no tenía ningún valor, ya que todo lo que creías se convertía en algo sin sentido.
Anneka era un año mayor que nosotros, pero estaba en nuestra clase. Tenía el pelo castaño claro y corto ligeramente ondulado en las puntas, sus ojos eran color miel y era un tanto hiperactiva. Britta era tranquila pero alegre, su pelo era ondulado y rubio hasta la cintura y tenía unos grandes ojos azules.
La hora de desayuno terminó y nos fuimos al salón de clases. No me entusiasmaba mucho estar seis horas sentada escuchando lo que dicen son conocimientos útiles para el futuro rodeada de todas esas personas extrañas. A excepción de Semine, todos los demás seguían poniéndome nerviosa. Escuché que una voz se dirigía a mí
—¿Podrías seguir leyendo el texto?—miré el libro intentando encontrar la línea, pero la verdad es que no sabía ni de qué estaban hablando. Semine me señaló una palabra en el texto, desde la que empecé a leer—Gracias
De nuevo me aislé de lo que pasaba a mi alrededor y me sumergí en mis pensamientos, Semine a mi lado me toco el hombro
—Estas más distraída de lo normal, cualquiera puede darse cuenta—la miré sin comprender por qué decía eso ahora—Al menos has como si te importase esto—suspiré, tenía razón, pero no tenía fuerzas para fingir.
Las clases pasaron lentamente, mientras sentía las miradas furtivas de Semine, que parecía preocupada por mí. Por fin la campana de la última hora sonó y me sentí aliviada, hasta que recordé que tenía que ir a ver a la directora, dí un bufido. Bajamos al comedor con Britta y Anneka y nos pusimos en la cola con nuestras bandejas, Anneka se dirigió a mí.
—Oye, ¿te pasa algo? Estas rara…—suspiré no tenía ganas de hablar, le dediqué una sonrisa mal fingida y volví a mis pensamientos ¡¿que si me pasa algo?! Vaya pregunta…
—Es mejor no molestarla mucho ahora—escuché la voz de Semine dirigiéndose a Anneka.
Me adelanté en la fila ajena a su conversación y me llevé la comida a la azotea, no soportaba un minuto más dentro. Me desplomé en el suelo, dejé la comida a un lado y me encogí sobre mí misma. Comencé a sentir pequeñas contracciones en mi estómago y un nudo en la garganta, quería llorar, cerré los ojos e intenté respirar hondo para calmarme, pero el dolor que sentía en el pecho era muy grande. Casi un año…
En ese momento apareció Semine por la puerta y se sentó a mi lado, hablando tan calmadamente como siempre
—¿Qué pasa? ¿Vas a dejar de comer otra vez? Vamos, come algo, sabes que no te hará bien ni a ti ni a nadie…—yo me encogí aún más, no quería, escuchar, ver o decir nada, solo quería dejar de escuchar un corazón latiendo dentro de mi pecho, quería que desapareciera, que la pesadilla terminara. Semine me puso una mano sobre la cabeza y apoyó la suya sobre mi hombro—¿Sabes qué? Si quieres llorar llora, si quieres reír ríe, si quieres enfadarte enfádate. Las emociones son gratis después de todo, pero si las contienes terminan consumiéndote desde adentro y antes de darte cuenta te has vuelto en una persona triste y solitaria, porque la tristeza es un estupefaciente, no te das cuenta de lo que pasa a tu alrededor, y los que te rodean comienzan a alejarse lentamente—había algo en la presencia de Semine que hacía que el aire pareciera más ligero, respiré hondo una vez más e intenté calmarme.
Levanté un poco la cabeza y Semine hizo lo mismo mientras quitaba su mano de la mía, se levantó del suelo y me tendió una mano mientras sonreía.
—Vamos, creo recordar que tienes una cita ahora—suspiré al recordarlo, no tenía ganas de ir a hablar con una loca—Iré contigo si te consuela un poco
—Gracias…
Bajamos las escaleras hasta llegar al despacho de María, había una pequeña sala de espera con dos bancos del ancho de la pared de cada lado, en la derecha había un gran ventanal y en la izquierda la pared tenía algunas fotos colgadas. Entramos y Semine dio golpes en la puerta
—¿Se puede?—una voz se escuchó desde dentro
—Claro, pasa—Semine me indicó con la mano que entrara, empujé la puerta y entré al despacho de María—Hola, ¿Qué tal estás hoy?
—Bien… gracias—no sabía muy bien qué decir, ni siquiera sabía por qué estaba allí
—Ven, siéntate—hice lo que me decía mientras ella rellenaba algunos papeles. Retiró las gafas de su nariz y me miró sonriendo dejando a un lado los papeles.—¿Por qué me miras así, no querías preguntar algo?
—N-n-no… me dijo que viniera a verla y vine—estaba nerviosa por alguna razón, y algo impaciente
—Veo que tu humor ha mejorado un poco, pero sigues buscando respuesta a esa pregunta
—¿Qué pregunta?
—¿Para qué sirvo?—la miré por un momento sin creer lo que oía, la primera vez que la vi había dicho lo mismo, como si ella pudiera saber la respuesta a una pregunta así—Te dije que vinieras porque tal vez pueda responder a esa pregunta—seguí con la vista fija en ella intentando pensar lo que me decía, pero era imposible que ella supiera algo como eso
—Nadie puede hacer tal cosa…
—Bueno, admito que hay que tener mucha fe para creerlo—me sonrió y me miró fijamente— ¿te queda algo de eso?—no fui capaz de responder a esa pregunta
—¿Qué más da?
—¿Quieres saber algo interesante? El ser humano no puede vivir sin un mínimo de fe en algo, porque no creer en algo le frustra y le lleva a rendirse
—¿Con rendirse se refiere a…?
—Morir, sí—me eché un poco para atrás en la silla al oír la frialdad con que había dicho esas palabras—lo siento, no quise ser tan ruda. Siguiendo con el tema anterior, seré directa con esto, eres un ángel—me quedé callada por un momento intentando pensar en qué sentido había dicho eso último
—Eh… ¿A qué se refiere con eso?—ignoró mi pregunta y siguió hablando con la mirada perdida en algún lugar
—Desde que sabemos, la humanidad ha creído en criaturas mágicas que los ayudan a superar ciertas situaciones—me miró de nuevo—claro que seguramente sean producto de un sueño o algo parecido, el hecho es que los han ayudado. A eso es a lo que llamo ángeles, básicamente
—Pero que yo sepa no soy ningún espíritu
—Los niños que viven aquí ahora han pasado como tú por una situación difícil y buscaron una razón para seguir adelante. Verás, ellos tienen ciertas habilidades que los hacen especiales, puedes verlo en su mirada, todos ellos son ángeles. Según la tradición, un ángel vive dentro de ellos y tienen una persona en algún lugar a la que deben ayudar—no pude decir una palabra. María me miró sonriendo calmadamente—¿te resulta familiar esta historia?
—Mi abuela me contaba cosas parecidas…
—Sí, las historias de tu familia son fascinantes—se me cortó la respiración al escuchar sus palabras
—¿Conoce a mi familia?
—Tu abuela viajó mucho y conoció a mucha gente, tuve el privilegio de conocerla en uno de sus viajes. El ángel que está contigo ahora ha estado muchísimo tiempo en tu familia
—¿Qué le hace pensar que está conmigo?
—Has visto y sentido ciertas cosas a lo largo de tu vida ¿no es cierto?
—¿Cómo…?
—Puedo verlo en tu mirada percibes el mundo de una forma algo diferente ¿no es cierto? Sientes cosas que las personas normalmente ignoran y tu forma de pensar es totalmente diferente—desvié la mirada intentando pensar en todo aquello
—Puede que sea cierto, pero eso no prueba nada, simplemente soy algo diferente—sonrió
—No hace falta que lo pienses ahora, es normal que no lo creas ahora, es posible que no lo creas nunca, depende de ti si el ángel es un espíritu o sólo una metáfora—volvió a hablar con un tono despreocupado— deberías irte ya, supongo que tienes cosas que hacer. Ven a verme siempre que quieras.
—Gracias—no sabía realmente qué decir después de una charla tan extraña, pero sentía que ella no necesitaba palabras. Sin más me levanté y me dirigí a la salida y abrí la puerta.
Semine seguía afuera, se había quedado dormida con la cabeza apoyada en la pared. Sentí algo de envidia por poder dormir tan pacíficamente. Le sacudí un poco el hombro y ella abrió los ojos lentamente.
—¿Ya te lo ha dicho?— me miró aún medio dormida y frotándose un ojo. La miré enarcando una ceja
—¿Era eso lo que te emocionaba tanto que me dijera?— me sonrió entusiasmada
—Sí, ¿no es fantástico?
—Sí, de hecho es demasiado fantástico—se puso algo más seria y habló extrañada
—¿No te lo crees?—¿acaso era posible creer eso de verdad?
—Es bastante difícil de creer…—soltó una pequeña risa
—Eso no te lo niego… —salimos al pasillo y ella se despidió—Tengo algo que hacer, nos vemos en la habitación más tarde.
Me quedé parada un rato en el lugar viendo como desaparecía su cabeza en las escaleras, pensando sobre demasiadas cosas a la vez. Decidí subir a la azotea y olvidarme del mundo por un rato.
Afuera soplaba una brisa fría, perfecto para hacer que mi cabeza dejara de funcionar, así pensaría más en el frío que otra cosa. Me senté en el suelo abrazándome las piernas y me recosté en la pared. Decidí ponerme la capucha cuando dejaba de sentir la cara y enterré las manos entre mis piernas y mi estómago para calentarlas. Cerré los ojos lentamente encogida en aquel rincón de la azotea y dejé la mente en blanco.

Capítulo 2: Un nuevo amanecer


Los días siguientes de conocer a Semine, vino a donde estaba a hablar conmigo, sobre cualquier cosa, aunque parecía más un monólogo. Venía siempre al mismo lugar y a la misma hora, me recordaba al principito domesticando al zorro. Poco a poco comencé a confiar en ella y la tensión entre nosotras fue desapareciendo, pero yo aún no tenía ganas de hablar. En ese tiempo ella me presentó dos amigas suyas: Anneka[1] y Britta[2]
Pasado más o menos un mes me trasladaron a la habitación de Semine, donde fuimos entendiéndonos mejor y fui recuperándome lentamente. Me reincorporé a clases y los supervisores que antes parecían tan preocupados por mí se relajaron.
En un esfuerzo por alejar de mi cabeza los pensamientos que me atormentaban, empecé a explorar el que sería mi nuevo hogar, quizás por los próximos cinco años. Busqué un lugar donde pudiera respirar sin sentirme culpable, un lugar donde cada latido no me desgarrara el pecho, algún lugar que me hiciera olvidar por un momento que estaba viviendo injustamente, algo que me diera una respuesta. Fue entonces cuando subí por primera vez a la azotea, a simple vista no tenía nada de especial, era un suelo de hormigón rodeado por un valla metálica, pero la brisa soplaba suavemente y se escuchaban las hojas de los árboles sacudiéndose. El aire frío calmaba un poco mi interior y podía pensar más claramente.
Tomé aire y me asomé a un lado de la azotea, se veía el patio, me moví hacia otro lado de la azotea, y observé la calle, tenía árboles a los lados y pasaban algunos coches de vez en cuando. Me quedé allí un rato más observando los árboles mientras se mecían. Ese lugar tenía algo que me ayudaba a relajarme, tal vez fuera por el aire
—Los lugares altos nos ayudan a pensar…¿Pero tú no has venido a pensar, cierto?­—di un brinco del susto, la persona a mi lado rió—lo siento, no quería asustarte— había una mujer a mi izquierda, ni siquiera la había escuchado llegar
—¿Nos?
—Dicen que por nuestra naturaleza preferimos los lugares altos, tal vez para estar más cerca del cielo—rió— aunque no se puede estar más cerca del cielo, realmente ya lo estás tocando, porque el cielo no empieza o termina, sólo es aire—levantó la vista—Es increíble lo aguafiestas que es la ciencia ¿no crees?—la miré sin comprender, ella me devolvió la mirada muy seria—Lo que quieres es una respuesta
—¿A qué exactamente?— me miró sonriendo tiernamente
—Al propósito de tu vida “¿qué demonios hago viviendo?”, ¿no es cierto? — estaba confundida, ¿cómo podía saber lo que pensaba?—soy María, la directora— al parecer aquí las presentaciones las dejaban para el final, cuando ya estabas tan confundido que no sabías ni cual era tu nombre, tal vez las reglas de cortesía sí habían cambiado… No, espera, ¿qué? Semine dijo que era una broma, además no tendría sentido…
María se dio la vuelta y caminó hacia la salida
—¡Espera! ¿cómo…?—me interrumpió mientras sonreía de nuevo
—Todas las respuestas que buscas están en tu interior, escucha lo que la vida quiere decirte
—¿Eh? pero…— me interrumpió de nuevo mientras ponía cara de sorpresa al mirar su reloj
—¡Vaya! Lo siento, se ha acabado el horario de oficina, pero puedes venir mañana a mi despacho
—¿Qué? ¡Eso no tiene nada que ver! Además—volvió a interrumpirme
—Lo siento, debo irme, sólo vine a conocerte—no me molesté en volver a hablar y María salió de la azotea
Pegué un bufido, al parecer aquí todos tenían un  tornillo suelto, me prometí a mí misma no esperar una respuesta a mis preguntas por parte de ellos. Suspiré y bajé a mi habitación, estaba cansada.
Allí estaba Semine, que me recibió igual de alegre que siempre, al parecer estaba leyendo un libro, sí, una ciega leyendo un libro.
—¿Por qué ese mal humor?—cerré la puerta
—¿Qué mal humor?— apartó la mano del libro y lo dejó sobre la mesita
—Ese mal humor—¿pero qué…? ¡era una ciega!, ¡no podía verme la cara! respiré hondo—es tan malo que lo siento hasta aquí, vamos, cuéntame qué te pasa, pensé que solo estabas dando un paseo
—Eh… ven, mejor vamos a buscar ese tornillo tuyo, a lo mejor encontramos también los de los demás—rió y bajó de la litera
—Si intentas razonar tanto con la cabeza no podrás entender muchas cosas, deber sentir tu entorno
—Claro, bueno, supongo que todos sois iguales—ella sonrió como si hubiera hecho el descubrimiento del siglo
—¡Has conocido a María!
—Ah, sí, ¿de verdad es la directora?, es algo…
—Sí, es un poco especial…—se sobresaltó—¡Pero en buen sentido!, en realidad hace muy bien su trabajo
—Si tu lo dices… Mañana tengo que ir a verla de todos modos—pareció emocionarse de repente
—¿De verdad? ¡Eso es muy bueno! ¡Por fin va a decírtelo!
—Es un infierno, espera, ¿decirme qué?
—¿Eh? Nada…—suspiré, suficientes incoherencias por hoy
—Bueno yo me voy a dormir—rió
—Buenas noches…


[1] Equivalente en danés de Ana
[2] Nombre danés que significa “fuerte, resistente”

Prólogo


Ahora mismo podría decir muchas cosas acerca de mis padres y mi hermano, sin embargo  me limitaré a contar los hechos de la forma más objetiva que pueda. En primer lugar, diré que no me llevaba especialmente mal con mis padres, los quería mucho, pero no tanto como se merecían.Mi padre era una persona que cuidaba cada pequeño detalle y siempre seguía las normas, sin embargo, mi egoísmo hizo que quisiera enfadarlo justo en ese momento, en ese preciso instante. Aquel día comprendí por qué se insiste tanto en no consumir alcohol ni hablar por teléfono cuando se conduce, ya que la llamada “Ley de Murphy” puede ser muy cruel en algunos casos.Cada vez que pienso en ellos siempre me pregunto lo mismo “¿en qué estaría pensando para hablar así…?”. Realmente la figura de los padres es algo muy menospreciado, personas que además de darte la vida te entregan la suya. Resulta irónico que piense así ahora que ya es tarde, pero, eso es lo gracioso de la naturaleza humana, no te encaprichas de algo hasta que ya lo has perdido.Por mucho tiempo me pregunté por qué me había pasado esto a mí, aunque en el fondo ya sabía la respuesta, pero si ya es extremadamente difícil aceptar que tienes la culpa de algo, es aun más difícil cuando tienes la culpa de todo. El hecho de que se juntaran el alcohol y la distracción en un misma vía justo en ese momento se puede llamar destino, karma, mala suerte, voluntad divina, casualidad o accidente…                                       El hecho es que contesté el teléfono y me dejé llevar por mi egoísmo en el momento y lugar equivocados, así que, de hecho, yo los maté.