martes, 16 de abril de 2013

Prólogo


Ahora mismo podría decir muchas cosas acerca de mis padres y mi hermano, sin embargo  me limitaré a contar los hechos de la forma más objetiva que pueda. En primer lugar, diré que no me llevaba especialmente mal con mis padres, los quería mucho, pero no tanto como se merecían.Mi padre era una persona que cuidaba cada pequeño detalle y siempre seguía las normas, sin embargo, mi egoísmo hizo que quisiera enfadarlo justo en ese momento, en ese preciso instante. Aquel día comprendí por qué se insiste tanto en no consumir alcohol ni hablar por teléfono cuando se conduce, ya que la llamada “Ley de Murphy” puede ser muy cruel en algunos casos.Cada vez que pienso en ellos siempre me pregunto lo mismo “¿en qué estaría pensando para hablar así…?”. Realmente la figura de los padres es algo muy menospreciado, personas que además de darte la vida te entregan la suya. Resulta irónico que piense así ahora que ya es tarde, pero, eso es lo gracioso de la naturaleza humana, no te encaprichas de algo hasta que ya lo has perdido.Por mucho tiempo me pregunté por qué me había pasado esto a mí, aunque en el fondo ya sabía la respuesta, pero si ya es extremadamente difícil aceptar que tienes la culpa de algo, es aun más difícil cuando tienes la culpa de todo. El hecho de que se juntaran el alcohol y la distracción en un misma vía justo en ese momento se puede llamar destino, karma, mala suerte, voluntad divina, casualidad o accidente…                                       El hecho es que contesté el teléfono y me dejé llevar por mi egoísmo en el momento y lugar equivocados, así que, de hecho, yo los maté.

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