viernes, 19 de julio de 2013

Capítulo 4: Demonios internos

De pronto no sabia dónde estaba, pero hacía mucho frío. Al levantar la cabeza me encontré en un gran bosque blanco arrodillada en medio de un camino de tierra.
Me levanté lentamente y escuché una risa a mis espaldas. Una figura encogida debajo de una capa se dirigió a mí
—¿Qué ocurre? ¿Estás perdida? ¿Quieres que busquemos a tus padres?— soltó otra vez una risa aguda un tanto irritante— oh, cierto, ya no están…—volvió a hablar con un tono más suave— ¿sabes por qué? ¿lo sabes?—rió nuevamente y se levantó— ¡Yo los maté! Oh, ¿acaso estás llorando? A pesar de que tienes tanta culpa como yo…—me llevé la mano a la mejilla y sentí algo húmedo ¿de verdad estaba llorando?, me miré las manos para comprobarlo, pero no eran lágrimas, estaban manchadas de un líquido rojo oscuro. Miré hacia donde estaba la chica con los ojos húmedos, pero había desaparecido. Después de un rato escuché su irritante risa a mis espaldas—¿me buscabas?
Al oír su voz algo se apoderó de mí y me abalancé sobre ella, pero retrocedió y caí de rodillas al suelo mientras la veía sonreír.
—¡Qué gran idea! Juguemos un rato— rió una vez más y corrió mientras yo la perseguía
Sus pasos eran tan ligeros y rápidos que parecía que flotaba y la capa se movía con el viento, empecé a tirarle todo lo que encontraba, pero siempre lo esquivaba riendo. El camino terminaba en un claro rodeado de árboles. La chica se giró hacia mí riendo y yo me abalancé sobre ella de nuevo, cayendo dentro de ese claro, que resultó ser una sala de espejos. Escuché su irritante risa a mis espaldas de nuevo
—Uy, si sigues así vas a hacerte daño…— la ira se apoderó de mi y me giré hacia ella, pero ya no estaba
La escuché reír de nuevo y volví a girarme, se movía rápido, una y otra vez intenté atraparla, pero al llegar ya estaba en otro lugar, escuchaba su risa cada vez más fuerte y mi rabia aumentaba cada segundo hasta que no pude controlarme en absoluto y me lancé sobre ella, pero la piedra de mi mano chocó con el espejo que tenía delante. La capa se había caído de su cabeza y ella se encontraba en lugar de mi reflejo mirándome fijamente a los ojos mientras sonreía con burla, retrocedí un paso, aquella chica era yo, pero su mirada era distinta en cierto modo. Caí al suelo una vez más y bajé la cabeza, temblando. Sentí que me abrazaba desde atrás
—¿Qué ocurre? ¿Ahora te das cuenta de lo que has hecho? ¿O es que te has dado cuenta de algo peor?—me abrazó aún más fuerte y me susurró al oído—No puedes herirme por más que lo intentes… No puedes regresar los muertos a la vida por más que quieras…
Al despertar el corazón me latía más deprisa y sentía aún el miedo y la rabia en el pecho. Hacía casi un año que sólo era capaz de tener pesadillas relacionadas con esa noche, pero había sido sin duda la peor de todas. El momento en el que eres consciente de esa parte de ti que intentas negar e ignorar constantemente es algo horrible.
Me levanté lentamente y me estiré, cuando sentí una mirada clavada en mí. Miré hacia mi izquierda, había un chico de pie de pelo castaño oscuro que me miraba fijamente. Fui incapaz de moverme mientras centraba su atención en mí, tenía sentimientos encontrados al verlo, una parte de mí quería salir corriendo y la otra me decía que me quedara. Me apoyé en la pared, estaba temblando, pero ya no sabía si era por miedo o por frío. Una media sonrisa cruzó por la cara del chico mientras me miraba y luego volvió a mirar fijamente la puerta como si esperara algo.
Anneka subió las escaleras corriendo seguida de Britta, tenía un muy mal presentimiento, y eso sólo podía estar relacionado con una cosa. Llegó al despacho de la directora, quien la saludo alegremente y luego la miró con preocupación
—¿Qué ocurre? Estas sin aliento—la chica habló como pudo
—El… teléfono… necesito usar… el teléfono…—se acercó una mano al pecho mientras respiraba dificultosamente.
—Claro, es todo tuyo—la directora se volvió a sentar en el escritorio lleno de papeles y puso las gafas de nuevo sobre su nariz mientras los leía. Britta le tendió una botella de agua a Anneka, la cual aceptó con gusto. Bebió unos cuantos tragos y luego se la devolvió.
Junto a la pared de la entrada, había una mesa pequeña pero alta que sostenía un teléfono fijo algo viejo pero igualmente eficiente. Anneka se dirigió a él y marcó a toda velocidad un número que conocía bien, levantó el auricular y tras un suspiró se lo llevó a la oreja y esperó a que terminaran los pitidos y alguien contestara al otro lado de la línea. Después de una espera que le pareció eterna, finalmente se escuchó la voz de una mujer
—¿Quién es?—se entristeció un poco al escuchar la misma voz de siempre, pero no era momento para pensar en eso. Se apresuró a responder
—Soy yo—La mujer del teléfono habló con una voz más alegre
—¡Anneka! Karen aún no ha llegado, pero puedo decirle que llamaste, ¿quieres que le diga algo en concreto?—ese mal presentimiento seguía creciendo
—¿No ha vuelto? ¿No debería estar ya en casa?—se escuchó un silencio al otro lado de la línea y la mujer habló con un tono más pensativo
—Ahora que lo dices debería haber vuelto hace una media hora, la he llamado al móvil, pero seguramente lo tenga en silencio—volvió al tono alegre de antes—bueno, ya sabes cómo es, seguramente se ha quedado hablando con sus amigas o se ha distraído con algo, debe estar de camino
—Supongo que tienes razón…—se escuchó otro silencio al lado de la línea, esta vez la otra persona habló con un tono más serio
—¿Estás segura de que no quieres que le diga que has llamado? Aquello pasó hace mucho, y ella no era consciente de sus palabras—Anneka la cortó antes de que pudiera seguir
—Gracias, pero no creo que sea buena idea. Llámame cuando sepas algo, por favor—se escuchó un suspiro al otro lado del teléfono
—De acuerdo. Cuídate
—Lo mismo digo—después Anneka colgó el auricular sin retirar la mano de este y se quedó mirando al suelo, sentía que había pasado algo malo, pero no tenía forma de saberlo.
Se dirigió a los bancos de la pequeña sala de espera y se dejó caer en uno de ellos pensando en lo que podía hacer. Britta fue a sentarse junto a ella y la abrazó.
No dijo una sola palabra, volvió a mirar la puerta con la cara seria de antes, de pronto esta se abrió y él dio un paso hacia atrás con cautela. Me pregunté qué era lo que lo tenía tan tenso, no recordaba haberlo visto nunca, pero si estaba aquí debía ser porque vivía en el orfanato. Me sorprendí al ver a Semine cruzando la puerta.
—Estoy aquí—dije, suponiendo que me buscaba. Me dirigió una sonrisa y caminó hacia donde estaba, sin embargo al pasar al lado del chico no sólo lo ignoró por completo, sino que su expresión se volvió fría, hasta ese momento creía incapaz a Semine de poner una expresión así, el chico volvió a sonreír igual que hace un momento, pero esta vez esa sonrisa iba dirigida a ella. No pude evitar fruncir el ceño, no me gustaba que la mirara así.
Semine me cogió de la mano y me llevó hacia la puerta caminando rápidamente y empezamos a bajar las escaleras.
—¿Qué ocurre?—el pelo negro de mi compañera se mecía a su espalda mientras bajábamos las escaleras
—Anneka tiene un mal presentimiento, y creo que tiene algo que ver con ese chico—llegamos al despacho de María, y vi a Anneka y a Britta sentadas en los bancos de la sala de espera.  No entendía nada, ¿un mal presentimiento sobre qué?
La imagen alegre e hiperactiva que tenía de Anneka se contradecía totalmente con la persona que veía ahora, estaba totalmente derrumbada, el cabello tapaba su cara, pero podía imaginarme cómo estaba. Britta tenía un brazo abrazándole los hombros y tenía también mala cara.
—¿Qué te ha dicho?— Anneka negó con la cabeza sin levantarla y se encogió ligeramente de hombros, su voz era casi un susurro
—Me ha mentido… no lleva media hora de retraso, lleva una hora entera…—se encogió aún más y escuché cómo intentaba inhalar profundamente—no saben nada de ella y no contesta…—esta vez sus hombros empezaron  dar pequeños espasmos y su respiración se volvió entrecortada.
Britta la abrazó más fuerte y Semine le tendió una mano, ambas caras transmitían una gran preocupación. Viéndolo desde fuera daba un poco de envidia que pudieran confortarse de esa manera sin necesidad de usar palabras. Yo sólo pude quedarme de pie viendo aquella escena sin saber qué podía hacer, no entendía nada, pero por alguna razón yo también tenía ganas de llorar, no pude evitar salir de la pequeña sala, aquel sentimiento empezaba a sofocarme. Sin pensarlo salí de allí y corrí hacia mi habitación, donde me quedé hecha un ovillo en el suelo y las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos, aunque no sabía lo que pasaba, aunque no entendía lo que pasaba, al ver a Anneka así un sentimiento pesado se apoderó de mi pecho. ¿Por qué?.
El sol se había ocultado por completo, las lágrimas habían parado y me senté con la espalda apoyada en la pared abrazando mis piernas. Semine entró en la habitación después de un rato e intento convencerme de que bajara a comer, pero rechacé su propuesta sin mirarla, con tantas cosas desagradables en mi mente no tenía hambre.
Durante una hora estuve contemplando la luna llena a través de la ventana, perdida en mis pensamientos, ya me había rendido en intentar detenerlos, así que solo los dejé correr. Gran error.
Semine volvió a la habitación y me saludó, después se cambió de ropa y subió a la cama de arriba de la litera. Yo decidí hacer lo mismo, consciente de que no iba a poder dormir me acosté y cerré los ojos, pero eso fue peor.
Empecé a dar vueltas en la cama intentando quedarme dormida, pero mis pensamientos habían sido removidos por esa pesadilla. Justo cuando había conseguido olvidar el sentimiento de culpa, mi subconsciente me daba una puñalada por la espalda, como hacía siempre.
Me levanté lentamente de la litera intentando no hacer ruido, pero la estructura chirriaba con cada mínimo movimiento. Por fin logré poner los pies en el suelo, me puse los zapatos y abrí la puerta de la habitación.
—¿Adónde vas?—la voz adormilada de Semine me sobresaltó cuando ponía un pie en el pasillo
—No puedo dormir, voy a dar una vuelta—mi compañera de habitación bostezó y volvió a apoyar la cabeza en la almohada. Ni siquiera se había molestado en abrir los ojos como hacía siempre, un hábito que tenía a pesar de ser ciega.
—Ni tu ni nadie si te mueves tanto—dijo refiriéndose a la espantosa forma en que chillaba la madera al moverse. Semine dio media vuelta en su cama y se quedó de espaldas a mí—puedes ir a la biblioteca, hay buenos libros para matar el tiempo.
—Iré. Lo siento, buenas noches…—escuché su respuesta casi en un susurro
—Buenas noches…—demasiado tarde, pensé
Salí de la habitación girando el picaporte lentamente, otra cosa que necesitaba un poco de aceite. Oí un largo suspiro de Semine a través de la puerta.
Caminé por los pasillos como una sonámbula hasta llegar a la biblioteca. Era un lugar pequeño, pero la decoración era tan elegante como la del despacho de María. Las paredes estaban cubiertas por unas altas estanterías llenas de libros. Sobre las mesas había unas lámparas, que no tardé en descubrir eran sólo de adorno, ya que no tenían bombilla.
Sentado en el poyete de la ventana, con un pie sobre la mesa del fondo estaba el mismo chico de esta tarde, con la misma actitud vigilante, mirando por la ventana. Giró la cabeza hacia mí al escuchar la puerta, me encogí ligeramente, algo en mí se revolvía cuando lo tenía cerca. Fijó su mirada en mí por un momento, ciertamente yo también lo hubiera hecho si viera una chica paseando por ahí en pijama con una manta por encima.
—No esperaba encontrar a nadie—me defendí. El chico no respondió, simplemente volvió a mirar por la ventana, como si esperase algo.
Caminé pasando al lado de las estanterías mientras miraba por encima el lomo de los libros, la mayoría eran antiguos, encuadernados de manera vistosa, lo que le daba un toque mágico a aquel lugar, como si se hubiera detenido el tiempo.
Cogí por fin un libro con la pasta cubierta de tela y letras doradas, no me fijé en el título. Luego me senté en una silla y lo abrí por una página cualquiera, una imagen de la lucha entre un ángel y un demonio apareció cubriendo la página entera, había visto muchas imágenes como esa a lo largo de mi vida. Era la típica imagen de un {angel pisando a un demonio mientras le clavaba una espada con una mirada fría, contemplando la agonía del demonio.
Realmente nunca había entendido aquellas imágenes, representando la lucha entre el bien y el mal, pero contradecía por completo el concepto de aquellas criaturas supuestamente puras y benevolentes.
Entre mis cavilaciones apareció de nuevo la imagen de la chica del espejo, que  comenzó a atormentarme de nuevo, la veía sonreír mientras me restregaba la culpa otra vez en la cara, la escuchaba reírse de mí. Apreté los puños. A ella deberían atravesarla con una espada.
De pronto sentí un ligero golpe por detrás de la cabeza
—¡Eh!—escuché una voz desconocida, el chico estaba de pie a mi lado. Me giré y le respondí de mal humor.
—¿Qué quieres?— No se inmutó lo más mínimo.
—No estabas respirando—Me dirigió una mirada fría y se produjo un silencio algo tenso, finalmente volví a mirar el libro y descubrí que tenía los puños apretados. Suspiré.
—Ah, ¿Sólo eso? No se puede morir aguantando la respiración—algo pareció hacerle gracia y una sonrisa asomó en su cara
—Al parecer lo sabes muy bien—el chico caminó de nuevo a la mesa, le dirigí una mirada de odio a su espalda. Se asomó a la ventana antes de sentarse y se escondió rápidamente detrás de la pared, de pronto parecía muy tenso.
—¿Qué pa—me cortó antes de que pudiera terminar la frase.
—Shhh…—se dirigió al interruptor de la luz y la apagó, me hizo una seña para que no me moviera y caminó silenciosamente hacia la ventana, asomándose cuidadosamente de nuevo, como si se escondiera de algo. Lo observé sin comprender, parecía asustado y la vez lleno de rabia.
Empezó a escucharse una risa desde afuera, era un sonido lejano, pero por alguna razón me helaba la sangre, esa risa no era de felicidad.
El chico intentó asomarse un poco, pero inmediatamente ocultó la cabeza de nuevo, justo después una piedra entró por la ventana, rompiendo el cristal, llegó a mi lado y pude ver que la piedra tenía una nota atada,” qué romántico”, pensé con ironía.
Después de un rato el chico se acercó, levantó la piedra y cogió la nota, que leyó con una mirada fría de nuevo, sin embargo, lo que pude ver a contraluz en el papel hizo que el corazón se me acelerara. ¿Quién era? ¿De qué estaba huyendo?
Al terminar de leer la nota la arrugó y se la metió en el bolsillo, luego se dirigió a la puerta y empezó a abrirla
—Espera—le susurré
Él me miró por encima del hombro, pero abrió la puerta y salió sin responder nada. Yo me levanté y lo seguí, me arropé con la manta, pero el frío que sentía en el pecho no se iba. En el pasillo él se giró hacia mí algo molesto
—¿Qué haces?
—Seguirte—me miró como si estuviera loca
—¿Por qué?—me encogí de hombros. Él dio un bufido y siguió caminando
Estuvimos recorriendo el orfanato aparentemente sin rumbo, al parecer él sólo quería saber cómo era el lugar donde estaba, finalmente llegamos al piso más bajo, donde estaban el almacén, el comedor y los baños. Por todos los sitios donde pasábamos miraba a los lados como si esperaba encontrar algo
—Si quieres puedo decirte dónde está lo que buscas—me miró con el ceño fruncido
—¿Sabes lo que busco?—me encogí
—No, pero…—él relajó su expresión y pareció darse cuenta de algo
—No importa
Luego caminó de vuelta a las escaleras y subimos a la primera planta, se sentó en un escalón de la escalera que llevaba a la segunda planta y miró el suelo con una expresión seria, me senté cerca de él y me abracé a mí misma, estaba siendo una noche muy larga. Escuché su voz de nuevo
—¿Tú no duermes?—era extraño la forma en que hablaba. Sus palabras eran amistosas, sin embargo su voz estaba llena de frialdad
—Hoy no
—¿Por qué me sigues?—lo pensé por un momento, él era directo, así que decidí hacer lo mismo
—Para distraerme—sentía su mirada clavada en  mí
—Ponte a jugar a algo y déjame en paz—parecía molesto, se levantó y bajó las escaleras.

Me quedé sola en el silencioso pasillo, todo estaba oscuro. Me abracé a mí misma más fuerte, había descubierto algo interesante: si pensaba en otros no pensaba en mí, por lo que el tormento disminuía.

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