lunes, 16 de septiembre de 2013

Capítulo 7: La hermana desaparecida


 Me senté en el suelo junto a las demás y charlamos un rato, me sentía extrañamente relajada en su compañía, quizás el cansancio mental que tenía era a causa de la frustración inspirada por enfrentarme al mundo de nuevo, pero sentía que me había quitado un peso de encima con mi visita.
—Corrígeme si me equivoco, pero esa sonrisa estaba relacionada con Damian ¿no?—Anneka me sacó de mis pensamientos, me miraba sonriendo con interés
—¿Por qué lo dices?—pensó su respuesta un momento
—Bueno… Es que cuando estás con él eres diferente, me refiero a que pareces más honesta—la miré extrañada, no recordaba haber sido honesta con él en ningún momento a excepción de la visita al cementerio. Semine aclaró.
—Se refiere a tus emociones, normalmente escondes lo que estas sintiendo, pero con él muestras tu enfado y tu tristeza—no pude negar que fuera cierto, pero no era por el motivo que estaban insinuando.
—Eso es porque es idiota—dije refunfuñando. No pudieron evitar reír al verme la cara.
Gradualmente las risas pararon y las tres guardaron silencio con una cara pensativa, Anneka volvió a hablar.
—La verdad, es que te estábamos esperando—la miré algo extrañada
—¿A mí? ¿Por qué?
—¿Recuerdas lo que pasó hace unos días con mi hermana?—la verdad es que lo había olvidado por completo, pero asentí. Anneka me sonrió, pero su alegría se mostró algo débil—me sentía mal por dejarte un poco de lado, así que creo que debería contarte un poco. No le respondí, me limité a escuchar su historia en silencio
>>Yo vivía en las afueras, en una casa pequeña y ruinosa, mi madre nos cuidaba a mí y a mi hermana, que era tan solo un bebé, mi padre era un borracho y maltrataba a mi madre a menudo, cuando él llegaba yo corría a esconderme y escuchaba como le gritaba a mi madre.
Un día cuando regresó, yo fui al cuarto donde estaba mi hermana, mi madre la había dejado en el suelo sobre una pequeña alfombra, ese día recuerdo los gritos peor de lo habitual, me asusté y vi la ventana abierta. Aunque tenía solo 4 años, ideé rápidamente una forma de salir de allí, supongo que sería el miedo, escuché como se acercaba a la habitación, así que le puse el pestillo a la puerta y puse delante todo lo que pude mover, oía a mi madre gritando a mi padre para que no se acercara a la habitación.
 Tiré hacia afuera todas las almohadas y mantas que encontré para sacar a mi hermana de allí, luego me colgué una mochila en la espalda y puse a mi hermana sobre una sábana, la cerré como un saco y con cuidado la bajé por la ventana, ella empezó a llorar y yo salí por la ventana, afortunadamente nuestra casa era muy baja para que pudiera lastimarme, metí una de las mantas en la mochila, levanté a mi hermana y caminé hacia mi triciclo lo más rápido que pude, puse a mi hermana en la cesta y me subí. Cuando empecé a pedalear escuché a mi padre gritarme, me había descubierto. Empecé a pedalear hacia la carretera, mi madre me gritó que me fuera, que pedaleara más rápido, escuché como intentaba retener a mi padre para que no nos alcanzara, pero no era capaz de mirar hacia atrás.
 De repente un grito desgarrador  me hizo pedalear aún más fuerte.  Cuando llegué a la cuidad el triciclo no aguantó mucho más, cogí a mi hermana de la cesta y la arropé con la manta de mi mochila, estaba cansada, no daba para más, pero seguí caminando, sentía que si paraba mi padre nos encontraría, así que seguí, empezó a llover y por fin paré en una parada de autobús que tenía techo, allí me acurruqué abrazando a mi hermana. Por allí pasó María y nos acogió. Poco después mi padre fue juzgado y condenado a la cárcel por maltrato y asesinato.

Me quedé totalmente en blanco al oír su historia. Miraba al suelo mientras sus palabras resonaban en mi cabeza e imaginaba su desesperación. La habitación estaba en silencio, levanté la vista y me encontré con una sonrisa algo triste de Anneka.
—A partir de ese momento decidí cuidar de mi hermana, y prometí darle una vida mejor, con un hogar cálido y feliz.—suspiró y bajó la mirada—Sin embargo eso pronto se volvió una obsesión y fui demasiado sobreprotectora con ella. Karen era una niña adorable, por lo que varias parejas se interesaron en ella durante el tiempo que estuvo aquí, sin embargo yo no permití que se la llevara cualquiera. Siempre me aseguraba de hablar con las parejas y asegurarme de que le ofrecerían una vida feliz, si no me convencían no permitía que se la llevaran.—levantó la cabeza y sonrió al vacío recordando su pasado—Ella no tardó en descubrirlo, se enfadó mucho cuando supo de que la razón de que ninguno se la hubiera llevado era yo. Por ese entonces ella estaba algo molesta porque me había vuelto muy cercana a Britta y la había dejado un poco de lado. Tuvimos una pelea, ella me gritó y dijo que la dejara en paz, que no quería verme más—rió—aunque no me tomé muy en serio las palabras de una niña de cuatro años. Ese día había tenido una entrevista con una pareja, con la cual fui a hablar después, pero Karen me vió y quiso escuchar la conversación. Fue ahí cuando nuestra relación se rompió. Vi su partida relativamente tranquila, porque sus nuevos padres me parecían perfectos para ella y habían prometido darle una vida feliz, además me dijeron que podía visitarla cuando quisiera.—suspiró de nuevo—Ese año fui a visitarla en navidad, pero no quiso dirigirme la palabra, ni siquiera me miró. Intenté ir varias veces más, pero se encerraba en su cuarto y no había forma de sacarla. Terminé rindiéndome, decidí esperar a que ella quisiera buscarme, pero hasta ahora eso no ha sucedido.—me sonrió de nuevo para suavisar la situación—Ella ahora tiene once años, y se la llevaron cuando tenía cuatro.
La escuché atentamente hasta el final, pero seguía sin saber cuál era el punto de contarme todo eso.
—Yo… lo siento mucho, no tenía ni idea—Anneka rió esta vez con la vitalidad de siempre
—No importa, algún día reconquistaré a mi hermanita—luego me miró algo más seria—la verdad es que quería pedirte un favor, pero antes tenías que saber todo esto.—la miré fijamente y escuché su petición—Quiero que investigues a Damian—me sentí algo confundida.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Verás. Él llegó aquí poco después de que Karen llegara por fin a casa con claros signos de haber sido secuestrada, además se está escondiendo por alguna razón, lo que quiere decir que hizo algo malo. No me parece una coincidencia, creo que Damian tiene algo que ver con este incidente.—pensé sus palabras, su teoría tenía cierto sentido.
—¿Entonces me pide que averigüe si tuvo algo que ver?—asintió
—No tienes que interrogarlo, sólo decirme cualquier cosa que te parezca sospechosa—en ese momento recordé la mochila, claramente era de una chica, y por lo que decía la nota la había dejado en algún lugar donde podría haberla puesto en peligro. Experimenté un dilema al no saber si contarle lo de la mochila o no, me parecía sospechoso, pero si él la había secuestrado me parecía contradictorio que la ayudara.—¿No se te ocurre nada?
—La verdad es que no habla mucho…
—Ya veo… entonces habrá que esperar—me sonrió una última vez y se despidió diciendo que era muy tarde. Britta también se levantó y se despidió con la mano antes de cerrar la puerta.
Una vez que Semine y yo nos fuimos a la cama y la habitación quedó a oscuras intenté cerrar los ojos para descansar un poco, pero tenía mucho que pensar, y seguramente tendría que atender un asunto esa noche. Después de un rato escuché la voz de Semine
—¿Te hemos quitado el sueño?—me sorprendí de que me descubriera, ya que no me había movido
—Lo siento, ¿estoy haciendo ruido?—bostezó
—En realidad no, es solo que tu respiración es diferente cuando estás metida en tus pensamientos
—¿En serio? ¿Pero cómo es posible que puedas notarlo?—escuché a Semine incorporarse en la cama y vi sus pies colgando desde la cama de arriba
—Porque duermo en la misma habitación que tú todas las noches y se cuando estas durmiendo y cuando no.—tenía sentido tomando en cuenta el oído tan agudo que tenía, pero me sentí espiada en aquel momento—Bueno, pero ya que estamos, cuéntame que es lo que te inquieta
—No es que me inquiete… Simplemente estaba pensando en el contraste que hay entre la personalidad de Anneka y lo que ha vivido—no era del todo cierto, pero no podía contarle sobre la mochila.
—La verdad es que lo único que le importaba era proteger a su hermana de cualquier cosa que pudiera hacerla infeliz, nunca le contó sobre sus padres, sobre el juicio o sobre cómo llegaron al orfanato. Aunque preguntó ella siempre respondió con evasivas, eso ayudó a que su relación terminara así.
—Pero solo fue una pelea de niños ¿no? ¿Por qué no lo sigue intentando? ¿No pensará que Anneka se ha rendido?
—Bueno, siguió visitándola hasta que ella cumplió seis años, luego la llamaba por teléfono, pero nunca quería contestar, aún así Anneka se comunica con sus padres a menudo para preguntar cómo está, fue así como se enteró de su desaparición—Semine balanceaba sus pies desde arriba y hablaba dulcemente, por alguna razón eso me ayudaba a reflexionar, hacía que me sumergiera en sus palabras.
—¿Cómo fue juzgado el padre de Anneka?
—Primero María fue a hacer la denuncia, encontraron el cuerpo de la madre de Anneka y le preguntaron sobre la vida que había tenido con sus padres, además también investigaron por su cuenta, con todo eso lograron ir a juicio y su padre fue condenado a treinta años en prisión por maltatar y luego asesinar a su madre. Luego se decidió que Anneka y su hermana se quedaran en el orfanato, ya que no tenían conocimiento de ningún familiar que pudiera responsabilizarse por ellas—en ese momento recordé que María había mencionado que debía demostrar la necesidad de Damian de estar en el orfanato, así que lo que quería era presentar una denuncia, justo como esa vez…
—Dime, Anneka y su hermana, ¿se parecen mucho?—Semine rió
—Pues… no sabría decirte—me sentí algo estúpida al preguntar
—Lo siento, a veces se me olvida—volvió a reír
—No importa, de todas formas, en cuanto a personalidad—se calló de repente y sus pies dejaron de balancearse
—¿Qué ocurre?—me mandó a callar
—Shh…—me incorporé en la cama lentamente—¿Lo escuchas?—dijo en un susurro. Presté más atención y pude distinguir pasos en las escaleras, cada vez más cerca—eso era lo que había estado esperando, no pude evitar que una sonrisa cruzara mi cara
—Te cacé—dije para mí misma. Semine pareció confundida
—¿A qué te refieres?—preguntó aún susurrando. Volví a sonreír intentando aguantar la risa
—No sé si bendecir o maldecir ese maravilloso oído tuyo, Semine—luego me levanté de la cama intentando que rechinara lo menos posible y sonreí a su cara de confusión antes de salir corriendo.
—¿Eh…?
Salí al pasillo y me paré justo antes de empezar la escalera de bajada, me asomé hacia abajo y vi su cabeza, me llevaba dos escaleras ventaja. Bajé los escalones rápidamente pero sin hacer ruido, de modo que ahora sólo me llevaba una escalera de ventaja, de vez en cuando se paraba y miraba hacia atrás, pero la distancia entre los dos y la oscuridad me permitía esconderme y no ser descubierta, finalmente llegamos a la planta baja, solo me faltaba bajar la escalera corta que conectaba la planta baja con la entrada. Esperé a que llegara a la puerta y entonces salté hasta el comienzo de esa última escalera, lo cual hizo que se girara bruscamente.
—Ah, ¿así que solo eras tú?—pareció relajarse y se giró hacia la puerta de nuevo, intentando abrirla. Lo señalé enérgicamente y fingí estar enfadada
—¡Silencio escoria! he venido a retenerte por tus crímenes—se giró de nuevo y me miró de arriba abajo
—¿Pero qué estás diciendo? ¿Acaso eres sonámbula?—reí y relajé mi postura. Damian siguió intentando abrir la puerta
—Tal vez, pero ahora no—luego bajé hacia donde estaba—está cerrada, no podrás abrirla.
—¿Entonces para qué has venido si no podría salir?—reí de nuevo
—Para hacerte una emboscada—se detuvo y luego se giró mirándome extrañado
—¿Pero qué te han hecho? ¿Los pitufos te han dado de su droga?—intenté no hacer ruido al reír y me encorvé conteniendo mis carcajadas, no podía negar haber utilizado ese nombre en mis pensamientos para referirme a los niños del orfanato.
—No han sido ellos… De todas formas, ¿por qué sigues aquí si sabes que está cerrada?—levantó una de sus manos y me mostró algunas herramientas
—Porque puedo abrirla—no pude esconder mi sorpresa
—¿De verdad? ¡Quiero ver!—me miró como si estuviera loca de nuevo y suspiró con resignación antes de volver a su labor. Después de un momento se escuchó un ruido de la cerradura y Damian pudo abrir la puerta, luego me la señaló con la mano.
—¿Contenta?—sonreí aplaudiendo silenciosamente
—Sí, ¿y ahora qué?—me miró por un momento
—Ahora me voy—me dio la espalda y levantó una mochila negra del suelo que no había visto antes para colgársela en el hombro. Cambié mi expresión, esta era la razón por la que había venido. Cerré de nuevo dando un portazo.
—Esa si es tu cara, me estabas asustando—dijo riendo mientras me miraba.
—¿Adónde se supone que vas?
—¿Tengo que decírtelo?
—Está bien, ¿por qué te vas? En primer lugar, ¿no se supone que te quedaste aquí porque estabas a salvo? ¿Qué sentido tiene que te vayas?—esa sonrisa que tanto me molestaba volvía a estar en su cara
—¿Te estás preocupando por mí?
—No me gusta hacer un trabajo mediocre—rió
—Me gustas más cuando eres difícil de tratar, es más divertido—suspiré e intenté sonar más cercana, algo me decía que el asunto era mucho más grave de lo que supuse al principio.
—¿De quién estás huyendo?—desvió la mirada hacia el suelo frunciendo el ceño. Después de un corto silencio decidió responder.
—Mi padre…

Un escalofrío pareció recorrer su cuerpo cuando lo mencionó. Fue entonces cuando empecé a comprender al chico que tenía delante, y también pude darme cuenta de la manera en la que el pasado puede pesar sobre nuestra espalda.

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